¡Castañas calentitas y buenas!

“Castanhas quentinhas e boas!” (¡Castañas calentitas y buenas!), este es el eslogan principal con el que los vendedores ambulantes de castañas de Lisboa atraen a su clientela, desde el 1 de octubre hasta el 31 de marzo, de cada año.

“Creo que seremos unos 50”, señala dubitativa Dona Maria Irene, tras preguntarle si conocía el número total de puestos en la ciudad. De cualquier modo, hoy llueve en la capital portuguesa y son pocos los que han sacado sus carritos a la calle. “Es mejor el frío que la lluvia, también para las castañas”, añade.

Dona Maria Irene, que trabaja desde hace décadas en Rossio (Praça de D. Pedro IV), está acompañada por una de las vendedoras más veteranas de Lisboa: Dona Adelina Miranda. Dona Adelina está jubilada, pero hoy ha querido acercarse a ayudar a su amiga un rato.

Dona Adelina comenzó a vender castañas junto a su madre, cuando era muy joven, quizá por eso afirme con nostalgia que las cosas han cambiado mucho: “Antes los carros eran triciclos; ahora todas las piezas tienen que ser de acero inoxidable; ya no se meten las castañas en cucuruchos de papel, que sacábamos de las guías telefónicas…”. Sin embargo, la sonrisa de Dona Adelina es de esas sonrisas generosas que iluminan un día de lluvia, y vuelve a asomar al recordar una realidad que todavía prevalece: “¡A los portugueses nos encantan las castañas! ¡Es nuestro fruto!”.

Fotografía tomada por Cristian Rodríguez, sieteLisboas.

Fotografía tomada por Cristian Rodríguez, sieteLisboas.

Mientras converso con ellas, llega una mujer que demuestra su alegría por haber encontrado, por fin, un puesto que desafía a la lluvia. Aunque tiene algo de prisa, me reconoce ser compradora habitual, siempre que puede: “El problema es que yo trabajo en una zona nueva, en el Parque de las Naciones, y allí no las encuentro. Por eso, ya que tenía que venir a Chiado, he aprovechado”.

A veces, los problemas no son de proximidad sino de otra índole, especialmente económicos. Dona Adelina ya me había comentado que se había notado un descenso de las ventas por la crisis. Pero, cuando regreso de ir a buscar mi cámara,1 soy testigo de unos de esos momentos en los que lo humano trasciende lo económico. Dona Adelina y Dona Maria Irene se han ido a comer algo, y al cargo se ha quedado Dom Fernando Gonçalves, otro vendedor que suele tener su puesto en la esquina entre la Praça de Restauradores y Rossio pero que, como su remolcador está averiado, no ha podido trabajar hoy. Un nuevo ejemplo de camaradería.

Ahora bien, lo que realmente me vuelve a reconciliar con el mundo es que, nada más empezar a hablar con él, se acerca un joven que, al ver el cartel del precio, comenta avergonzado: “¡Ah, son dos euros…!”.2 Dom Fernando no hace oídos sordos y le responde: “¿Cuánto tienes, hijo?”. El joven, que por el acento he deducido que podría ser inmigrante, abre la mano mientras yo disimulo para intentar ayudar a que sienta más cómodo. Dom Fernando coge la moneda y comienza a meter castañas en una bolsa, sin darle mayor importancia. A los tres nos ampara el silencio.

Además, Dom Fernando, como habría dicho mi padre: “Es un guasón”. Desde que he llegado no ha parado de hacer bromas. Y no sólo conmigo. Es evidente que muchos de los viandantes se conocen, pero él tiene salidas graciosas para cualquiera de los que pasan y para sus compañeras, que ya han regresado.

Fotografía tomada por sieteLisboas.

Fotografía tomada por sieteLisboas.

Relata que vende castañas desde hace más de 40 años, y que cuando comenzó este oficio a veces le tocaba salir huyendo de la policía. De ahí también que, en cuanto la Câmara Municipal de Lisboa (Ayuntamiento) empezó a gestionar las licencias, decidiera regularizar su situación.

Las licencias se renuevan cada seis meses y los vendedores ambulantes se encargan tanto de la venta de castañas en otoño-invierno, como de las de helados, durante el verano. Y, entre las dos sesiones, venden la fruta típica de la temporada, que anuncia la llegada de la primavera: cerezas, nísperos… Para ello, cuentan con tres tipos de carritos diferentes, que cambian el color y el sabor de Lisboa.

La época actual, la de las castañas que nos ocupan, está marcada por un humo blanquecino, que Dona Adelina asegura que no molesta a las tiendas ni a los vecinos de la zona: “Este humo no daña. Además, las personas no sólo están acostumbradas sino que disfrutan del olor que desprende”.

Fotografía tomada por sieteLisboas.

Fotografía tomada por sieteLisboas.

Asadas con carbón mineral, las castañas lisboetas también llevan mucha sal para que se abran, se mantengan calientes y tengan ese sabor entre salado y dulce tan especial, me explican. “A los extranjeros les encantan -resalta Dona Adelina-; y a los españoles, concretamente, les gustan mucho. Reconocen que son distintas. Algunos vienen a comprarlas en grandes cantidades aquí a Portugal, porque las españolas son más harinosas.”

Sin darme cuenta, ha pasado ya un tiempo desde que Dona Adelina y Dona Maria Irene han vuelto de comer y a mí me empieza a acuciar el hambre. “¿Por favor, me pone una docena? -le pido a Dona Adelina. Me las sirve, le pago y me voy feliz a casa. Estaban deliciosas.

Las castañas de Portugal y la celebración de San Martín

Son muchos los dichos populares portugueses relacionados con la celebración del día de São Martinho (San Martín), fechado el día 11 de noviembre en el santoral, y celebrado durante los días anteriores y posteriores por todo el país (incluso en reuniones de grupos pequeños: amigos, familia…). Por poner un ejemplo: Pelo São Martinho, castanhas assadas, pão e vinho (Por San Martín, castañas asadas, pan y vino).

Fotografía tomada por Cristian Rodríguez, sieteLisboas.

Fotografía tomada por Cristian Rodríguez, sieteLisboas.

Hasta se puede encontrar a quienes justifican la utilización de estos productos para celebrar la fiesta de San Martín, con frases que señalan -no sin cierta ironía benevolente- que a este santo, muy popular entre los portugueses, “le gustaba comer castañas y beber vino”.

No obstante, si bien hay consenso entre los creyentes a la hora de reconocer a San Martín como el primer santo no mártir con fiesta litúrgica, tras haber compartido su manto con un pobre que estaba pasando mucho frío y después haberse convertido al catolicismo,3 el porqué sobre el uso de las castañas, el pan y el vino para celebrar esta festividad en Portugal o la celebración de determinados eventos relacionados con las castañas, durante estos días, podría encontrarse en una explicación más científica.

Según señala el vicepresidente de la Associação Portuguesa da Castanha, RefCast, António Borges, los productos se promueven cuando están disponibles, de ahí que sea en esta época cuando se celebren las ferias de la castaña o tenga lógica que se pruebe el vino, después de las vendimias.

La castaña portuguesa, cada vez más reconocida a nivel internacional, concentra el 90% de su producción en la región de Tras-os-Montes, al nordeste de Portugal, y especialmente en el distrito de Bragança.

Borges, además, destaca el castaño como un árbol simbólico de la resistencia de los pueblos ibéricos de montaña, ya que su fruto, la castaña, es un alimento nutritivo del que se extrae harina [con la que se elabora, precisamente, el pan] -frente a otros pueblos europeos que, tradicionalmente, comían patata o maíz- y también porque la madera del castaño se ha utilizado tanto para la construcción de viviendas como para la elaboración de utensilios para el campo, etcétera.

Por terminar con otro dato interesante, traducido de la página de Facebook de RefCast, la castaña es un alimento energético que: ayuda a combatir la arteriosclerosis, no tiene gluten, posee una baja concentración de azúcares solubles, contribuye a la reducción de la presión arterial, previene la osteoporosis, ayuda a controlar el ritmo de los latidos cardiacos y reduce el estrés.

Autora: Fátima Valcárcel
Fecha de publicación: 13 de noviembre de 2014

1.- Nota: Las fotografías para esta entrada ya habían sido tomadas por el director de Arte de sieteLisboas, Cristian Rodríguez, pero dado que el “veranillo de San Martín” ha llegado lluvioso este año a Lisboa, se ha considerado conveniente sacar algunas más para ilustrar el texto.

2.- Nota: Una docena de castañas cuesta dos euros, media docena: un euro.

3.- Nota: De ahí, quizá, podría venir también su relación con el conocido como Veranillo de San Martín. Un fenómeno atmosférico anual, que se da en el hemisferio Norte y se caracteriza por una subida de las temperaturas, pese a estar ya avanzado el otoño.

FacebookTwitterGoogle+Pinterest

Etiquetas: , , , , ,

Publicar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *