Alcântara, un barrio con mucho por descubrir
Texto inédito escrito en castellano por Antoaneta Roman, para sieteLisboas. Roman se define como rumana-canadiense, aficionada a los idiomas, los viajes, el mar, las artes y el baile. También pueden leer textos suyos en inglés, en su blog: anto-logicity.blogspot.com
Llegué al barrio de Alcântara tras haber vivido dos años cerca del centro de Lisboa,1 primero en Lapa y después en el eje Santos-Rato, incluyendo una estancia de seis meses por el muy fashion y codiciado Príncipe Real. Mi primera sensación, al venir aquí, fue la de haber rebajado el estándar al trasladarme a la periferia, sin pensar que de este barrio apenas conocía las zonas más comerciales, a las que llegan los turistas.
Sí sabía que Al-Qantara significa puente en árabe. De ahí el nombre del barrio, que viene del puente que atravesaba un riachuelo ya desaparecido. Lo curioso es que una de las imágenes que, actualmente, mejor definen el barrio -y la propia Lisboa- sea el gran puente 25 de Abril. Por lo que este podría considerarse una prolongación en el tiempo de ese primer puente que ya no existe.
Por otro lado, también había comprado libros, escuchado conciertos y tomado copas en la posindustrial hippy chic LX Factory, lugar en el que se encuentra una de las librerías más espectaculares de mi mundo: Ler Devagar, e incluso algunas veces había caminado desde las famosas Docas (muelles) de Alcântara hasta Belém olfateando la brisa que llega del Atlántico a lo largo del río Tajo o admirando las numerosas obras de Arte Urbano que decoran los pilares del puente, el pasaje subterráneo de la estación de trenes Alcântara-Mar y algunas pinturas murales de esta zona, que todavía tiene tanto por descubrir.
Sin embargo, fue al mudarme a mi nuevo barrio cuando empecé a explorarlo poco a poco, mezclando los paseos con las compras, hallando sorprendentes parques, jardines y miradores, pero también pequeñas tiendas locales que me permiten minimizar el uso de los supermercados.
Como soy muy aficionada al aire libre y al verdor, uno de los primeros lugares visitados fue el parque Tapada das Necessidades, al lado del Ministerio de Asuntos Exteriores. Es un lugar perfecto para merendar bajo los árboles, lejos de la agitación urbana. La Ermida da Senhora das Necessidades, construida allí en el siglo XVII, dejó su nombre en herencia a estos hermosos espacios. El Ministerio fue en su tiempo Palacio Real, con su respectivo jardín. Y la plaza que se encuentra enfrente alberga una linda fuente con un mirador sobre el barrio, el río y el puente. Además, descubrí que justo debajo, en la Rua do Prior do Crato, hay una agradable plaza, el Largo da Armada, con una estatua de Neptuno dominando las terrazas de dos buenos restaurantes portugueses: 31 da Armada y Tasca da Armada. Quizá la presencia del dios de los mares influya en la calidad del pescado allí servido. Un poco más lejos también hay una marisquería deliciosa: O Palácio, el único problema para el bolsillo es dejarse tentar demasiado por la amplia oferta de pescado y marisco.
Al otro lado de la Avenida de Ceuta se halla una enorme escalera, que comienza en la Rua da Junqueira. Un día decidí subir por ella y me encontré con un mirador menos conocido, pero no menos sorprendente. Más allá de la vista panorámica sobre el puente y la otra orilla, la plaza del mirador está dominada por una capilla única en Lisboa: la Capela de Santo Amaro. Renacentista, de forma circular y rodeada por una estructura poligonal, donde tiene su entrada y se pueden admirar ricos azulejos decorados con frutos, animales y… brazos y piernas, ya que al santo se le conoce por proteger estas partes del cuerpo humano. Sin duda, es uno de los monumentos más interesantes de la ciudad,2 pese a no recibir el mismo número de visitantes que el vecino Museu da Carris, empresa municipal de transportes urbanos, “casa” de los famosos tranvías que hoy en día son un símbolo de la ciudad.
Para mis paseos junto al Tajo suelo cruzar por el pasaje subterráneo de la anteriormente nombrada estación de trenes Alcântara-Mar. Al venir a vivir aquí, redescubrí la rica decoración de este pasaje: pinturas murales estilo grafiti, realistas y surrealistas, que recrean prácticamente todos los puntos de interés de la ciudad. Y también ahora recorro de otra manera la zona de bares y restaurantes conocida como Docas, así como el camino hasta Belém, donde está el Museu da Electricidade. Pasear por la Avenida da Índia, junto al tráfico, es menos agradable, pero cerca de la Cordoaria Nacional hay unas pinturas murales impresionantes que retratan la mayor epopeya nacional portuguesa, Os Lusíadas, del gran clásico Luís Vaz de Camões.
Muchas veces regresando a casa paso al lado de un restaurante casi secreto: Aquele lugar em Alcântara, en la Rua das Fontainhas, 38. De día hay apenas dos puertas cerradas, pero a partir de las seis de la tarde empiezan a aparecer en la acera mesas, mesitas, sillas, sillones y lámparas que podrían haber salido de alguna casa decorada en los años sesenta o setenta. No hay menú, lo único que tienes que decidir es lo que no quieres comer, así el chef tiene más opciones para prepararte sorpresas muy sabrosas, derivadas de la cocina portuguesa pero con un toque de la cocina fusión-contemporánea. La lista de vinos es bastante completa y los precios asequibles. Las dos veces que cené allí me sorprendieron muy gratamente con un filete de merluza con salsa de gambas y arroz de cilantro, calabacín gratinado relleno de setas o arroz de bacalao, estilo risotto.
En fin, qué más puedo decir, si no que estoy contenta por haber hecho este cambio y por haberme dado la oportunidad de descubrir un barrio que prácticamente había ignorado, y que me encanta cada día más… ¡Al-Qantara… te quiero!
1.- Nota: Freguesia de Alcântara. Para más información sobre el mapa del municipio de Lisboa, pinchar aquí.
2.- Nota: La Capela de Santo Amaro está siendo poco a poco recuperada, según pudo saber la autora de este texto.