El Teatro Nacional de Dona Maria II: Un patrimonio matricial

Texto original escrito en portugués por Duarte Ivo Cruz, cedido por el Centro Nacional de Cultura (CNC), traducido y adaptado para sieteLisboas.

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Imagen tomada por el fotógrafo Nuno Cardal, publicada en su libro ‘Lisboa Iluminada’ y cedida a sieteLisboas.

Desde la perspectiva histórica de la dramaturgia y del espectáculo, el Teatro Nacional de D. Maria II es un referente claramente destacado. Este teatro siempre fue patrimonio del Estado. Gestionado hasta casi nuestros días por sucesivas concesiones, la más duradera fue la de la Empresa Rey Colaço-Robles Monteiro: y es de justicia referirse a la importancia que -en su época y con los altibajos inherentes a más de 40 años de actividad- el D. Maria II registró en materia de renovación de repertorios, elencos y Artes Escénicas en general.

Pero, tanto antes como después, desde su fundación en 1864 hasta nuestros días, esa función renovadora de “Teatro Nacional y Normal” [prototípico], como Almeida Garrett lo concibió en 1836, se ha mantenido a pesar de las claros cambios registrados en más de 160 años de actividad. Es interminable la lista de dramaturgos, actores, escenógrafos y artistas en general que el D. Maria II ha acogido, formado y lanzado.

Así ha venido ocurriendo en el plano específicamente teatral. En lo relativo al patrimonio, que es lo que más nos interesa aquí, el D. Maria II, a pesar de las reformas y del incendio de 1964 que casi lo destruyó, ha mantenido una línea de coherencia y continuidad, que no ha impedido sucesivas alteraciones y modernizaciones, sin modificar el edificio en lo sustancial.

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Imagen de la ‘Praça D. Pedro IV’ tomada por el fotógrafo Nuno Cardal, publicada en su libro ‘Lisboa Iluminada’ y cedida a sieteLisboas.

El trazado se debe al -entonces joven- arquitecto italiano Francisco Lodi. En la adjudicación de la obra, probablemente, tuvo un peso importante que el joven fuera primo de la Condessa de Farrobo y el haber dirigido la recuperación del Teatro das Laranjeiras. El Conde de Farrobo formó parte de un grupo de notables de la época que, después de mucha polémica, llevaron a cabo la construcción del teatro en terrenos que, en el pasado, habían albergado edificios diversos, entre ellos el Palácio da Inquisição (Palacio de la Inquisición).

El teatro se inauguró con tonos blancos y dorados, en una sala “a la italiana” que inicialmente tenía una especie de galería, eliminada durante las obras de 1861. El interior estaba adornado con estucos y estatuas con motivos relacionados con las Artes Escénicas, de la autoría de Antonio Monteiro da Fonseca y Francisco de Assis Rodrigues. Posteriormente, el techo Columbano Bordalo Pinheiro volvió a pintar el techo y la sala pasó a ser verde y después roja. El telón era de Giuseppe Rambois y Achille Cinatti.

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Imagen de la estación de trenes ‘do Rossio’ tomada por el fotógrafo Nuno Cardal, publicada en su libro ‘Lisboa Iluminada’ y cedida a sieteLisboas.

Pero el D. Maria II tiene un gran problema estructural desde el origen, que empieza por la propia ubicación sobre áreas pantanosas de la ciudad. Porque, si bien es cierto que el teatro, situado en el eje central de la “plaza principal” de Lisboa (actualmente, Praça de D. Pedro IV, pero más conocida como Rossio), destaca gracias a la austeridad armoniosa de su frontón clásico y de su columnata abierta a la plaza, también es verdad que, en las sucesivas reformas, siempre se ha tenido que encarar el riesgo de infiltraciones. Garrett, ya apartado de la política, lo llamaba “o agrião! (¡el berro!)

El incendio de 1964, y su lentísima restauración, no acabó con el trazo romántico y permitió que se mejorase claramente su funcionalidad, tanto desde el punto de vista técnico (sobre todo en el escenario) como desde el punto de vista de la rentabilidad cultural, si queremos llamarlo así. La sala estudio puso en valor la actividad escénica y permitió reorganizaciones del espectáculo. Además, recuperó la designación de Almeida Garrett con la que la República había llamado al teatro, en un homenaje obviamente justo pero que contrariaba la tradición, que posteriormente fue repuesta.

A lo largo de todos estos años, después de ser rehabilitado, toda la tecnología de la escenografía se ha ido modernizando, sirviendo a veces de modelo para otros teatros y cineteatros.

Precisamente, por lo precursor, el gran valor del Teatro de D. Maria II en relación al patrimonio, además de la belleza del edificio y de su valor urbanístico, fue por el movimiento de construcción de teatros que, a partir de mediados del siglo XIX, se produjo en todo el país. A comienzos del siglo XX funcionaban en Portugal más de 150 teatros. Desde teatros “a la italiana” construidos desde los cimientos -de los que subsisten algunas decenas: activos, restaurados o en ruinas, pero aún identificables- hasta pequeñas salas, más o menos improvisadas, e iglesias y conventos adaptados tras la expulsión de las órdenes religiosas, así como hospitales o cuarteles reconvertidos.

Datos de interés:

Dirección: Praça D. Pedro IV (Conocida como Rossio)
1100-201 Lisboa

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