Un recorrido cosmopolita: Desde Rato hasta São Pedro de Alcântara
Texto original escrito por Víctor Manuel Gil para sieteLisboas. Gil es responsable de Proyectos Educativos en el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia, España.
Han sido varias las veces que he visitado la ciudad lusitana y, sin duda, una de las zonas que más me ha atraído es la que empieza en la boca de la parada del metro Rato y acaba en The Decadente, un espacio joven y desenfadado, cóctel de culturas, lenguas y ambientes, que se presentan cargados de recuerdos y objetos sacados de diferentes contextos y épocas.
La principal razón de mi fascinación por el que considero uno de los recorridos más cosmopolitas de Lisboa es la mezcla creada entre el trazado de la calzada algo curvado, una ligera pendiente que no incomoda al caminante, la adecuación y adaptación de edificios antiguos y palacetes y el contraste en la sucesión de los mismos. La unión de la Rua da Escola Politécnica con la Praça do Príncipe Real y la Rua D. Pedro V genera la perfecta metáfora de fusión de nuevas tendencias y expresiones artísticas procedentes de distintos ámbitos. La unión del pasado y del futuro, que transforma el espacio en una clara expresión de una ciudad viva.
Desde la Pastelaria 1800, que hace esquina entre el Largo do Rato y la Rua da Escola Politécnica, nos encontramos construcciones de diferentes estilos. Posiblemente en su momento debieron tener finalidades distintas a las que están destinadas hoy en día. La mezcla arquitectónica y las vistas que vemos desde algunos puntos nos hacen tener constancia de la ciudad en la que estamos. Siguiendo la acera de esta pastelería, una especie de antigua fábrica (o al menos eso indican unas viejas letras de metal en su fachada) alberga unas casas de venta de lámparas. Lo curioso de este tramo es el desnivel en la calzada que se salva gracias a unos cuantos peldaños. Un viejo reloj de estación, una atípica verja, algunos carteles y los perennes azulejos de tonos azulados, blancos y amarillentos, destacan en estos escasos metros de calle.
Enfrente ocupa este tramo la fachada del Palácio Palmela, de finales del siglo XVIII, y en la actualidad sede de la Procuradoria Geral da República. Las fachadas de varias casas, de no más de dos alturas, han sido visiblemente restauradas. La mayoría de ellas mantienen los sillares de piedra, tanto en ventanas como en las puertas de entrada. Estas edificaciones similares y las antiguas vías del tranvía nos acompañan hasta el tramo donde se suceden varios edificios que pertenecen a la Universidad de Lisboa. El impresionante pórtico neoclásico del Museo Nacional de Historia Natural y de la Ciencia (MUHNAC) es otra de las impactantes imágenes de esta zona. Su interior alberga el Jardín Botánico de la ciudad. A continuación la Imprensa Nacional de Lisboa, construida en 1768, tal y como indican los adoquines de la entrada.
Como resultado de nuevas tendencias y emergentes diseñadores del momento, comienzan a aparecer a ambos lados de la calle algunas pequeñas tiendas de ropa con sello propio, elementos de decoración y accesorios, galerías de arte y, como no, los anticuarios, que me vuelven loco. Entre todas ellas, intercalados, algunos ultramarinos con sabor familiar y de barrio; de los de toda la vida. En la misma Praça do Príncipe Real nos sorprenden las entradas de los bajos de dos o tres edificios, convertidos en unos nuevos concept store, que atraen a cualquiera que pase por delante. Realmente un nuevo aire de modernidad y actualidad. Y la sorpresa me la llevé esta última vez cuando aquel edificio de sabor oriental, por el que cada vez que pasaba colaba mi vista por las rendijas de la puerta para disfrutar de ese interior tan imponente, estaba abierto: flores, ropa, objetos, música. Con el nombre de Embaixada, una nueva idea de tienda había salvado la vida a este precioso lugar. Esa sensación no se me olvidará durante mucho tiempo. Esos son los pequeños detalles que hacen de Lisboa, y de su paso del tiempo, una ciudad especial.