Miradores al Sol II
¡Ya está aquí nuestra segunda mini ruta de miradores al sol!
Esta vez nos desplazamos al lado derecho de la Baixa que mira al Tajo. Hablamos de rincones que se encuentran fácilmente en las guías, no descubrimos nada nuevo. Sólo recordaremos su valor.
El que se alcanza desde lo alto del Elevador de Santa Justa, donde se domina el trazado realizado por orden del Marquês de Pombal, en el siglo XVIII, y que cambió Lisboa hasta nuestros días.
Entre rejas forjadas de belleza se divisan las dos márgenes del Tajo, el Castillo de San Jorge, la Sé de Lisboa: ‘Hermana pequeña de la Notre Dame parisina’, como nos la definieron una vez, aunque para nosotros brille con luz propia. Y, ¿qué decir de las ruinas del Convento do Carmo, que despuntan hacia el cielo? Tan altas y tan cercanas, recordándonos siempre lo efímero de nuestra existencia, tras el terremoto que sufrió la ciudad en 1755.
Por ello: ¡Deilétese! Viva el instante, sin mirar el reloj del tiempo que pasa. Y cuando crea que ya es hora de continuar su camino, le ofrecemos dos opciones: Acercarse hacia el mirador de Santa Catarina, con su impresionante escultura del Adamastor de cara al río, o dirijirse hacia São Pedro de Alcântara.
Cuando se le mira desde enfrente, el mirador de São Pedro de Alcântara con sus dos níveles preside la séptima colina (la de la Cotovia, también llamada do Príncipe Real o do Monte Olivete). No obstante, una vez allí el visitante es el que siente presidir Lisboa o, al menos, una parte importante de esta imponente capital. Este mirador vigila las murallas del castillo, se asoma al valle de la Avenida da Liberdade, mira de reojo el Tajo, la Baixa, la catedral. Se atreve a hacerle frente a los miradores da Graça (Nossa Senhora do Monte y Largo da Graça) y al del Jardim do Torel, con la fuerza que le generan sus quioscos, sus jardines, sus fuentes. No le tiene miedo a nada. Ni a la parte de la ciudad nueva que asoma por el Norte.
En el mirador de São Pedro de Alcântara, la calzada portuguesa, labrada con la piedra del país, nos da entereza para mirar con valentía hacia Levante. Al mañana. Al futuro. Especialmente cuando el ocaso se refleja en una Lisboa que, pese a mostrar cada vez más colores, todavía conserva la belleza por la que recibió el nombre de la Ciudad Blanca. Apelativo envuelto en una figura femenina, que no pasea altiva, sino generosa.
Autora: Fátima Valcárcel.
Fecha de publicación: 16 de enero de 2015.
Fecha de la segunda edición: 22 de mayo de 2015.